Acababa de recibir la primera LP (Licenciatura Perra) de la historia y salí al mundo con la firme decisión de repatir una buena somanta de sabiduria.
Me moví a una colonia de homínidos en busca de pupilos, y cuando encontre un espécimen más o menos carismático, le arreé una buena patada en la salchicha con guarnición. Luego lo até a una roca. Volví tres días después y me dediqué a entrechocar dos fragmentos de sílex hasta que su pelaje prendió. Y así hasta que aprendió a hacer fuego. Le di una última tunda, me coloqué el bombín y volví a casa.
Esa noche cené tortilla. Tortilla de huevos. Huevos de mis enemigos.
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